ARGENTINA: Una Defensa con futuro incierto (Article in Spanish )

ARGENTINA: Una Defensa con futuro incierto

(Article in Spanish Written by Nicolás Zelaya)

En materia de defensa, Argentina se caracteriza por tener excelentes recursos humanos que hacen lo posible por mantener operativos a los distintos recurso que la componen para cumplir con la misión principal establecida en la Constitución, pero esos esfuerzos resultan insuficientes ya que se reconoce internacionalmente que no se cuenta con una fuerza capaz de enfrentar las exigencias del campo de batalla moderno.

ARGENTINA: Una Defensa con futuro incierto.

CONCEPTOS DE SEGURIDAD INTERIOR y DEFENSA NACIONAL

El deterioro de las capacidades necesarias para cumplir con lo establecido por la Ley de Defensa Nro. 23.554 es producto del exceso de debate, de políticas de Defensa que orientaron las exiguas capacidades a funciones secundarias, una pobre lectura de la realidad internacional, y el desinterés político por asignar los recursos necesarios para cumplir con aquello que la Ley dispone. Bajo el argumento por el cual “la defensa no da votos”, se ha justificado un virtual estado de inacción de las pasadas administraciones. Sin embargo nada más alejado de la realidad: el voto militar importa como demuestra el “termómetro” antártico donde Macri obtuvo el 60% de los votos.
En la intelectualidad hay quienes defienden esta situación de inanición presupuestaria y de extensión “ad eternun” del debate amparados en un consenso inamovible construido a finales de los años ochenta del Siglo XX., manteniendo un status quo improductivo anclado en el pasado con una foto estática, siguiendo el principio de no innovar.
Esa situación rebela dos cuestiones:

  • A) La primera es que no confían en la construcción política lograda en materia de control civil de las Fuerzas Armadas, temiendo que nuevas funciones lo debilite.
  • B ) El segundo es que no están dispuestos a modificar su mirada de la condición del militar en la República Argentina, ellos no son prioridad para la política pública.

Propuesta para los defensores del status quo: si en vez de discutir la Ley, eliminamos el decreto reglamentario 727/2006 (leer http://servicios.infoleg.gob.ar/…/115000-1…/116997/norma.htm) y lo reemplazamos por uno que mantenga el espíritu de la Ley, pero que se adapte a las necesidades internacionales del país en un mundo multipolar, podremos pasar a discutir políticas de defensa funcionales con la Argentina de los próximos 30 años donde las presiones externas van a aumentar sobre el país. No hacerlo es hipotecar la riqueza y el bienestar de la generación de argentinos que están naciendo hoy.

Para ello tenemos que remover la mentalidad de “fabricas recuperadas” que llegó al mundo militar desde el Ministerio de Defensa bajo el constructo “progresista” de los intelectuales del consenso quienes planteaban el enfoque de “capacidades recuperadas” que sin embargo nunca recuperaron funcionalidad en el plano militar, pero que hábilmente disfrazaron de desarrollo y defensa.

LA POLÍTICA Y LA DEFENSA NACIONAL

LA POLÍTICA Y LA DEFENSA NACIONAL

La actual situación militar nos brinda una oportunidad única en materia de política pública. Al existir poco y nada que recuperar, el liderazgo político tiene la chance de construir capacidades y discutir sus funciones acordes a las necesidades estratégicas del país a partir de fines de la primera mitad del Siglo XXI. En este sentido la defensa del 2030, comienza en el 2018.

Existen dos poderosas razones para hacerlo desde el punto de vista político.

A) Primero, este tema es un espacio vacante para quien decida “hacer aquello que hay que hacer”. Quien lo haga se asegurará un legado que no pasará desapercibido. Sin embargo, si el largo plazo no resulta muy atractivo, la perspectiva de profesionalización y modernización militar puede resultar en un interesante atractivo a la hora de definir el sufragio al interior de ese amplio conjunto de ciudadanos conocidos como el “voto militar”, el cual no es cautivo, y que coincide con una configuración política del país que representa una mayor modernidad, junto con los sectores medios de la sociedad.
B ) Segundo, todo político enfrenta la posibilidad de ser Comandante en Jefe de las FF.AA.: y como tal tiene la responsabilidad de mantener a nuestro país y sus intereses seguros en lo inmediato y en el futuro. No asignar los recursos necesarios para cumplir con la misión principal se roza en algún punto con su desempeño como tal y los deberes que se establecen en la Constitución, entre ellos aquel que señala la obligación de “proveer a la defensa común” para nosotros y nuestra posteridad. Subcontratar la protección del espacio aéreo a otro actor estatal como puede ocurrir con el evento del G-20, aunque sea a un Estado amigo y se lo quiera presentar como un éxito de la cooperación, revela ausencia de capacidades y vulnerabilidades que son inaceptables para un país de las dimensiones de Argentina.

¿Pero cual es el problema?. La política lleva muchos años viendo el tema militar como un área incordiosa, llena de potenciales problemas, que además generan casi siempre una hostil respuesta en la sociedad. En concreto, nunca da rédito político ocuparse de los asuntos militares; la urgencia siempre es tapada por las necesidades del presente, y las de las FF. AA. quedan pendientes ante la primera emergencia. Siempre surgen y ganan los problemas complejos del hoy, sea la inflación, sea la seguridad ciudadana o sean los jubilados, sea el transporte o las tarifas o cualquier otro asunto de la agenda diaria, que terminan primando sobre las cuestiones a atender en el mediano o largo plazo. No hace falta ser un experto para entender que la defensa es una cuestión vital para la República: así está enunciado en el Preámbulo de nuestra Constitución y muy claramente especificado en la ley respectiva.

ARGENTINA EN EL CONTEXTO INTERNACIONAL FUTURO

ARGENTINA EN EL CONTEXTO INTERNACIONAL FUTURO

En lo inmediato, por nuestra posición geográfica y las buenas relaciones vecinales no tenemos una amenaza externa interestatal que nos afecte de forma directa, aunque sí hemos aceptado cierto grado de cercenamiento territorial frente a la ocupación de nuestro espacio territorial en el Atlántico Sur, aun cuando declamamos nuestros derechos irrenunciables en todos los foros disponibles, pero carecemos de la capacidad para defenderlos. Si esa es la foto actual, la que se configura a futuro puede ser aún peor.

A finales de la primera mitad del presente siglo Argentina enfrentará al menos cinco cuestiones complejas en materia de defensa.

  1. El reposicionamiento territorial interestal en relación a la Antártida y los recursos allí presentes.
  2.  La capacidad de anular la infraestructura considerada estratégica mediante el uso del ciberespacio.
  3. Los efectos del cambio climático sobre el territorio nacional y sobre otros actores, lo cual puede llevar a redistribuciones territoriales impensadas en el momento, y un eventual incremento de tensiones internacionales.
  4. El peso de los escenarios urbanos en misiones de estabilización y mantenimiento de la paz.
  5. Una conflagración en el RIMPAC con consecuencias militares sobre el país como resultado de la existencia de infraestructura dual parte del complejo militar misilístico de una potencia extranjera (China).

Estos escenarios pueden estar plenamente presentes en tan solo tres períodos presidenciales.

DEFENSA INTEGRA NACIONAL

En el corto plazo necesitamos hacer reingeniería institucional a los efectos de tener un instrumento militar que cumpla con la función principal en el largo plazo. Con el flanco norte cubierto, relativamente estables territorialmente y sin esperar ninguna agresión en el sur, se podría traspasar parte de la capacidad humana existente en el Ejército a la Gendarmería a los efectos de que cumplan con la misión que preocupa a una porción importante del país, a la vez que protegen su integridad fronteriza y territorial. Actualmente esa fuerza es la primera línea de defensa de nuestro país. En cierto sentido los gendarmes ven “más acción” que cualquier unidad militar actual. ¿Cuánto más seguras tendríamos nuestras fronteras si pasamos parte de los 42.000 hombres del Ejército Argentino a una fuerza de 18.000 que necesita refuerzos, no reclutas? Discutir esto es un poco más operativo que la consabida división entre seguridad y defensa.

DEFENSA INTEGRA NACIONAL

Ahora bien, los componentes restantes deberán ser entrenados en dos funciones centrales:
A) Primero defensa del territorio bajo condiciones climáticas extremadamente adversas dotándolos de las capacidades necesarias para desempeñarse adecuadamente.
B ) Segundo, resulta necesario preparar a los distintos componentes de las fuerzas de operaciones especiales para múltiples escenarios para entre ellos lidiar con situaciones donde puedan verse intereses o connacionales afectados en ultramar y tener presente que sí volvemos a ser contribuyentes en operaciones de paz, las mismas se van a desarrollar en entornos urbanos densamente poblados como señalan los informes de Naciones Unidas. Las dinámicas urbanas deberían ser un foco de atención de nuestra futura fuerza terrestre.
En lo inmediato el país se encuentra literalmente abierto en dos frentes: el marítimo y el aéreo.
Ambos espacios, junto con el ultraterrestre, son centrales en la funcionalidad futura del país. Allí habría que generar aquello que se llama capacidad antiacceso y denegación de área. Saber quién nos sobrevuela (radares), tener cierta capacidad de interceptación cuando aparecen irrupciones hostiles, cumplir acabadamente con la logística de las tareas de amplio espectro como los desastres naturales que demandará recomponer la aviación de transporte, y la capacidad de helicópteros pesados, que permitan movilizar recursos de un punto al otro del país, es una prioridad. Esto se deberá construir de manera escalonada, pero con el objetivo de cerrar las brechas de vulnerabilidad que se están conformando sobre los intereses del país. la denegación del espacio marítimo, tanto en superficie como submarino es vital y la Armada, tiene que proteger las líneas de comunicación naval y defender a distancia la integridad territorial, manteniendo la conectividad con la Isla Grande de tierra del Fuego y con nuestras bases en la Antártida. 10 años sin el Almirante Irizar demostró a las voluntades opuestas que no tenemos un interés real en retener nuestra soberanía antártica, es una situación conveniente de revertir.

Finalmente se necesita de un cibercomando efectivo que pueda conducir operaciones tanto de intrusión en sistemas de potenciales oponentes como defenderse de aquellos que quieran afectar los nuestros. La ciberdefensa será un componente más de la ciberseguridad del país. En lo inmediato hay que estudiar como iremos conectando nuestros sistemas de armas a los efectos de empezar a prepararnos para la llamada “batalla multidominio”.
Existe mucho para hacer en este campo. Las decisiones que tomemos hoy en esta política pública ayudará a resguardar el bienestar y la seguridad de los Argentinos de los próximos años. Dejar de debatir lo obvio se ha transformado en una necesidad para un país con la escases de recursos, pero con amplias responsabilidades como las enumeradas.

EL DEBATE IMPRESCINDIBLE

El grado de indefensión al que hemos llegado es inédito entre los países importantes del mundo, y la Argentina lo es, ya que ocupa el octavo espacio territorial más extenso del planeta con 2,8 millones de km2, a los que se suman casi 1 millón del sector antártico y 3,8 millones de sus espacios marítimos. Nadie es ajeno en la asignación de responsabilidades a esta situación a la que hemos llegado. Con el advenimiento de la democracia hubo un importante esfuerzo por desarticular al poder militar, debilitar su incidencia en la cosa pública, y para ello, se realizaron varias y eficientes medidas, como el desmantelamiento de la industria militar, la caída abrupta de los salarios, el ajuste y cierre de unidades y, lo más importante, un desgaste social que afecta desde hace décadas el ánimo y, en muchos casos, la permanencia de los cuadros dentro de las FF. AA. A diferencia de otros países de la región, 35 años después del regreso de la bienvenida democracia, esas prevenciones siguen presentes, y muchos dirigentes se han hecho eco de ellas durante décadas en su relación con este sector fundamental de la República. Muchas veces, desde lo ideológico y desde la conveniencia política, se mantuvo el discurso, la presión y la desidia, y nada se hizo para lograr una acción reparadora. Los militares se fueron acostumbrando, de alguna manera, a ser ciudadanos de segunda, imposibilitados de actuar, de opinar y de tener los mínimos recursos necesarios para cumplir sus misiones específicas. Este estado de las cosas se mantuvo durante años, lo que generó una constante tensión interna, que si bien ha sido en parte superada, mantiene en alerta las estructuras militares, que esperan respuestas serias y definitivas para su problemática.

base marambo

De la erosión generalizada de los medios disponibles y de la ausencia de sistemas logísticos acordes para un mantenimiento adecuado, no es necesario más que una mínima mirada para compadecer a quienes deben administrar estos devastados recursos. Gran parte de los materiales, armas y vehículos del Ejército y de la Fuerza Aérea datan de la Segunda Guerra Mundial o fueron desarrollados en la década del 50. Si logran mantenerlos es por la pericia y el esfuerzo denodado de grandes profesionales, pero su obsolescencia es conocida por todos. La Armada corrió mejor suerte, ya que luego del conflicto de Malvinas tuvo una importante renovación, pero lleva 30 años de bajísimos niveles de mantenimiento y de operabilidad ,y de un adiestramiento pobre y poco eficaz. Todos debiéramos sincerarnos y preguntarnos si contar con estos elementos obsoletos sirve realmente para proteger nuestra Nación. Podríamos también interrogarnos si ante la enfermedad de un hijo, estaríamos dispuestos a utilizar los elementos de cirugía y la farmacología de hace 80 años. Esa sola comparación nos daría una respuesta.
Como si esto fuera poco, el factor humano es el más delicado y complejo de recuperar. Los militares no han logrado la inserción profesional mínima para los estándares de los países de la región. Las FF. AA. han hecho ingentes esfuerzos para incorporarse al rol que les corresponde en la democracia, pero mantienen el estigma de vastos sectores sociales, producto de la devastadora década del 70, que aún hoy, 36 años después, es una cuenta pendiente a debatir antes de cualquier acción a desarrollar. La pérdida paulatina y constante de los cuadros de las FF. AA., muchos de ellos desmoralizados por la ausencia de medios para capacitarse y por la mínima consideración social, a lo que se suman los salarios más bajos de toda la administración, ha llevado al sector a un estado de decadencia pocas veces visto. Podemos considerar, como ejemplo, que no hay en toda América un lugar que acepte siquiera la idea del “doble empleo”, casi común en los cuadros de las FF.AA. en la Argentina, lo que permite ver hasta donde llegó la gravedad de la situación planteada. Podría agregarse a este diagnóstico pesimista que carecemos de reservas, imprescindibles ante cualquier conflicto, y que aún se deben crear las condiciones básicas para poder ensamblar a las FF. AA. en un accionar conjunto eficaz, tema del que se habla hace más de 30 años, pero que requiere algo más que energía y voluntarismo para ser llevado a la práctica.

Mientras transitamos estas décadas con la situación planteada, muchos sesudos intelectuales y destacados progresistas plantean, desde la ingenuidad o desde el discurso falaz, el interrogante sobre la necesidad de tener o no FF. AA. a través de disquisiciones que revuelven el pasado y dejan en manos de la magia y de la suerte el futuro que como país legaremos a las generaciones por venir. Al respecto, es común citar a Costa Rica y algún otro país que suprimió sus FF. AA. para divagar sobre un tema tan delicado para un país como la Argentina que, por su tamaño y riqueza, no puede concebir un desarrollo serio sin un estadio de seguridad apropiado que lo asegure. Cabría entonces preguntarse por qué la gran mayoría de los países en el mundo poseen FF. AA. Podríamos preguntarnos, más precisamente, por qué Canadá tiene unas FF. AA. eficientes y equipadas, siendo aliada y compartiendo frontera con EE. UU. Todo indicaría que bien podría descansar en el país con mayor presupuesto en defensa del mundo, ya que cualquier conflicto que afectase a Canadá involucraría a las espaldas americanas. Seguramente aplica aquí aquello de que tus amigos te ayudan y acompañan pero “solo hasta la puerta del cementerio” y, llegado el caso, “no se entierran contigo”. Seguir discutiendo estas obviedades de Perogrullo da pena, pero lamentablemente no están ausentes del inconsciente colectivo nacional.

¿Qué hacer? ¿Cómo resolver una crisis que ya no es tal, sino que se ha convertido en un “estado de las cosas” que atraviesa muchas décadas? ¿Cómo recomponer un sector que resulta imprescindible en el mediano y largo plazo, pero que requiere indefectiblemente actuar bien hoy si queremos asegurarnos que seguirá siendo un instrumento válido en el futuro?

Nadie en su sano juicio podría pensar que es imposible que dentro de 15 o 20 años la Argentina esté involucrada en un conflicto. Es la gran deuda del ahora, mientras nos consumen las vicisitudes de la intensa vida diaria de nuestro país. Vivimos en un mundo que crece demográficamente y que requiere más agua, más alimentos, más energía y más espacio no ocupado. Pareciera que nuestro territorio es, de hecho, un apetecible destino a las necesidades internacionales. Hay que recordar que en algún momento del pasado existieron dirigentes que hablaron de “ausencia de hipótesis de conflicto” invita a pensar en un autismo suicida que puede involucrar el destino de nuestras futuras generaciones.

La responsabilidad del Estado es evidente e ineludible. Los argentinos hemos recorrido el camino exactamente inverso a los muchos logros que supimos tener en el pasado. Hace poco más de un siglo, disputábamos la hegemonía de toda América; hoy el presupuesto de defensa de la Argentina es de 2900 millones de dólares y eso representa el 0,45 % del presupuesto de EE. UU. (639.100 millones de dólares). Hace 50 años mirábamos con desdén los sistemas de Brasil que hoy apuntan a ser una potencia mundial, y cuyo sistema de defensa progresa día a día en un afán hegemónico que excede al propio continente.

En las decisiones por venir no debe haber medias tintas y, ante la eminente serie de medidas a adoptar luego de la crisis del ARA San Juan, hay expectativas y esperanzas de retomar un camino imprescindible para la Nación. Los militares esperan subordinadamente que lleguen las respuestas que estuvieron ausentes durante décadas. Parafraseando de alguna manera el viejo dicho: “La defensa es demasiado importante para dejarla en manos de los uniformados”, es entonces la hora de la política, de una respuesta seria y responsable. Vaya un fuerte reconocimiento a las FF. AA. y a sus mandos, que trabajan como pueden, silenciosamente, en un constante temporal de carencias endémicas. Vayan también unas sentidas plegarias para los marinos perdidos en altamar y un profundo deseo de que ojalá sean los últimos mártires de esta desgraciada situación. Que ojalá la República recupere el control real de sus cielos, mar y tierra, antes de que sea definitivamente tarde.

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